Nuevas
tecnologías y globalización
La
pérdida de la Inocencia
En el, al principio, lento pero sostenido desarrollo,
las tecnologías de la comunicación y por ende, de la globalización, han ido formando
los paradigmas de la Humanidad.
El lenguaje fue la primera y más importante herramienta
para la comunicación humana, porque a través de él, no solamente se comenzaron
a generar formas de razonar, sino que surgieron y se transmitieron las primeras
tecnologías.
Luego, fue la
invención de la escritura, la cual
permitió la transmisión de forma inalterada de la cultura de un pueblo a través
de una generación a otra, pero el arte de leer y escribir estaba celosamente
oculto en nuestro mundo occidental, en oscuros y secretos monasterios, donde
privilegiados monjes, día tras día, transcribían en preciosos libros, nuestra
cultura “occidental y cristiana”.
El compadre Gutenberg, más que el inventor de la
imprenta, fue el que desarrolló los tipos movibles y permitió que la imprenta fuera
un instrumento versátil y al alcance de muchos.
Una cosa trajo la otra y las ideas comenzaron a
propalarse en todas direcciones, mucha más gente se enteró de lo que no sabía y
cuando los acontecimientos se salían de su cauce, nunca faltaba un Torquemada,
ni una Santa Inquisición, que ponía, de alguna manera, generalmente a sangre y
fuego, literalmente hablando, las cosas en su lugar. ” ¿Alguien no está de
acuerdo?”, famosa frase del Cardenal
Joseph Ratzinger, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y
hoy ex Papa Benedicto XVI.
Luego, en el arranque de lo que sería la vertiginosa
carrera de la Sociedad de la Comunicación e Información, siguió la invención de la telegrafía, al principio
alámbrica (1835) y luego la radiotelegrafía (circa 1904), tristemente célebre avance
tecnológico, ya que en el naufragio del Titanic, la joya de la Corona del Imperio Británico, a pesar de estar
desarrollada la radiotelegrafía, era considerada mas como una novedad y los
radiotelegrafistas no cumplían turnos de 24 hs, por eso el Carpathia, a pesar
de estar cerca del Titanic, no recibió el S.O.S. (siglas en Morse de “Save Our
Souls”, “Salven nuestras Almas”)
Acto seguido hace su aparición el teléfono, en 1876,
erróneamente atribuido a Alexander Graham Bell, pero inventado por Antonio
Meucci. De aquí en más y gracias a un conjunto de inventores con el amigo Tomás
Alva Edison a la cabeza, se inició otra vertiginosa carrera en las comunicaciones,
donde ya no es necesario codificar y decodificar el mensaje, ya que la comunicación
ocurre en forma sincrónica.
Y mencionamos un acertado comentario del afamado
filósofo alemán de origen austriaco, Hans Magnus Apfelstrudel:
“Y en ese momento se produce la aparición del
fenómeno comunicacional más importante y relevante de la Historia de la
Humanidad: El teléfono y la mujer, ya que desde Eva y la Serpiente no se había
visto ninguna asociación tan poderosa y efectiva.”
Y ahora, estamos donde estamos y así sin darnos cuenta,
las nuevas tecnologías nos han ido invadiendo rápidamente y sus adormecedores
efluvios se han apoderado de nuestras vidas.
Por eso es que hablo de la pérdida de la Inocencia, ya
nada es privado, ya el Gobierno, al estilo de Un Mundo Feliz de Huxley, sabe
todo lo que hacemos y pensamos, donde vivimos, cuanto ganamos, que compramos,
en donde, etc. Y no contento con esto, pone a disposición de quien quiera
comprarlo la base de datos donde estamos alojados, y las empresas nos
bombardean de manera más o menos sutil (Y los gobiernos también) de propaganda,
publicidad y sugerencias, eso sin contar que a través de Internet, ya sea por
el mero hecho de navegar o de interactuar en las redes sociales ponemos al
desnudo la poca privacidad que nos quedaba se puede saber cuáles son
nuestras inclinaciones sexuales, si somos secuestrables, como y donde,
quienes son nuestros seres queridos, y un aterrador etcétera…
¿Y porque pasa todo esto, mejor dicho, por que dejamos
que pase todo esto?
Tal vez, una parte de la respuesta esté en estas frases:
Vánitas
vanitatum, et ómnia vánitas: ‘vanidad de
vanidades y todo vanidad’. (Eclesiastés).
"Señora,
ni el mismo Dios podría hundir este barco", respuesta de un camarero en
el muelle de Southampton sobre si el Titanic era seguro.
“Contra la estupidez,
los propios dioses luchan en vano” W. Goethe.
El Ser Humano posee una faceta eminentemente estúpida y
los que saben esto la explotan conscientemente y como dice un personaje cómico en mi país “si eso no es el
fin del mundo, se parece igualito”.
Creo que ha llegado, como dice Paulo Freire, la hora de
indignarnos, de hacer que este mundo vuelva a ser lo que era.