Me
bajé del automóvil y contemplé la vieja mansión señorial. Moulinsart no había cambiado nada en veinte años, salvo
por dos cosas, Sir Roger Ackroyd, mi tío, había muerto hace poco y me había
legado la extensa propiedad, junto con su fortuna y ahora, yo, Arthur Hastings,
era su nuevo dueño.
La
puerta principal se abrió y apareció Héctor, el sempiterno mayordomo, intocado
por el paso de los años.
—Bienvenido,
Señorito Arthur, me dijo con una justa, medida, pero sincera sonrisa —permítame
conducirlo a sus aposentos.
Mas
tardé bajé y entré en la biblioteca, allí fue donde pasé los mejores días de mi infancia y adolescencia, entre los miles
de libros que había allí y que yo
devoraba con fruición. Husmeé por aquí y por allá, viendo viejos y nuevos
títulos y regodeándome por anticipado. El suave calor primaveral junto con su
luz entraban en la habitación y solo se oía el acompasado ruido de las tijeras
del jardinero.
Me
arrellané en un sofá mientras pensaba que la escena era igual que en el “Señor
de los Anillos”…
…
Escuché atentamente junto a Frodo las instrucciones que le daba Gandalf para el
viaje, entré con ellos a Khasad-Düm y caí con Gandalf luchando contra el
Balrog. Me vi en el puente de mando del Titanic, cuando el Capitán John Smith
daba la tardía orden de virar y parar. Oí como el camarero dijo —Señora, ni el
mismo Dios podría hundir este barco. Departí largas jornadas en el “Nautilus”,
junto al capitán Nemo, sobre la riqueza de la vida marina que veía pasar ante
mis ojos, compartí el viaje en el “Rangoon” y mas tarde la prisa por regresar a
Londres a tiempo de Phileas Foog, descendí
a las entrañas de la Tierra con el Profesor Lidenbrock, fui David Copperfield,
fui Oliver Twist y como ellos padecí miseria y gloria en el viejo Londres, comí
sándwiches de pepino mientras disertaba sobre “La importancia de llamarse Ernesto”, pasé las
noche en vela escuchando las lamentaciones de Sir Simón de Canterville,
ayudándole a preparar sus horrorosas y fallidas caracterizaciones, acompañe
a Tintín y Milú en sus múltiples aventuras, incluyendo aquella donde el Capitán
Haddock tacha al General Tapioca de “Spec du Mussolini du Carnival” (Tintín et Les Pícaros) y aquellas dos (Objetivo la Luna
y Aterrizaje en la Luna) donde Hergé se da la mano con Verne, compartí
recuerdos con “Funes el Memorioso” y caminé por “El jardín de los senderos que
se bifurcan”, asistí al lento desalojo en “Casa tomada” y me asombré de las “Historias
de Cronopios y de Famas” y nunca terminé de jugar “Rayuela” con Cortázar,
compartí la miseria de la gran depresión con “Las uvas de la ira” de Steinbeck.
Yo fui Hércules Poirot, Jane Marple, Nero Wolfe, y disfruté de mi gastronomía y
de mis orquídeas en Nueva York. Fui (poco) Sherlock Holmes. En “Un mundo
pequeño” y “Vida en familia”, me enamoré de la Italia de Guareschi. Compartí
con el Padre Brown y Flambeau, la filosofía de Chesterton. Disfruté de las
torpezas lingüísticas y de otro tipo del inefable exilado ruso Timofey
Pavlovich Pnin de Vladimir Nabokov. Yo soy Tom Sawyer, soy “El Príncipe y el
Mendigo” de Mark Twain. Yo soy el María Celeste, El Holandés Errante, El
Viajero del Alba. Yo estuve en Cair Paravel, con mis Señores, los Reyes de
Narnia, Lucy, Edmund, Peter y Susan , con Cáspian, con Reepicheep, Yo soy
Aslan. Yo vi nacer a Hawai, de la mano de Mitchener, por lo tanto son Mako, soy
Pele, soy el último Rey, Kamehameha V. Yo soy Dumbledore, soy Hogwarts, soy la
Casa Griffindor y amigo de Harry…
…
Yo Soy El Que Yo Soy. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y
el Verbo era Dios. Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida, el que crea en Mi no morirá jamás. Y mi nombre es Legión, mi
nombre es Legión, es Legión, Legión
Legióooooooooooooooooooooooooooooooooooooo….
Desperté
sobresaltado, el ruido de las tijeras había cesado. Héctor entró a la
biblioteca con la bandeja del té. Al verme pálido y sudoroso me dijo:
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